miércoles, 5 de mayo de 2010

Los 28 entre Metates y Tres Molinos...

No cabe duda que amo los retos. Sobre todo, aquellos en los que más allá de competir contra otros --y otras--, lo haces contra ti mismo.

En la junta previa, en el parque Guadiana, la suerte estaba echada: maletas en mano, mochila lista, el número en el pecho, la expectativa, el murmullo de todos los competidores... Todo indicaba que no había vuelta atrás.

Ya en el autobús, escasos 20 minutos rumbo a Metates, mi mente imaginaba --lo que antes leía en un papel- lo que estaba a punto de vivir y sentir en carne propia. Una interminable lucha mental entre el poder y el hacer; entre lo físicamente probable y lo que estas dispuesto a sufrir.

Ya en el punto de partida (Al pie de carretera dos kilómetros adelante de Metates), después de la explicación técnica, las recomendaciones del staff, los puntos de abastecimiento: adelante!!, a las14:20 hrs del primero de mayo de 2010 iniciamos la aventura río abajo rumbo a Tres Molinos.

El descenso fue rápido y brusco, dos caídas para bautizar la roca y la tierra directamente impactándose en el rostro; sudor, mucho sudor, angustia al sentir la respiración agitada y el corazón insuficiente. La sangre se irrigaba por mi cuerpo a gran velocidad, la cual sentía pasar por mi cuello inflamado y tenso. El flujo potente del corazón lo sentía en piernas y brazos, y escuchaba sus latidos en la parte posterior de mi cerebro. Estaba corriendo, esquivando piedras y saltando arbustos. Una vez establecido un ritmo y pasada la angustia del inicio, ya en el flujo de competidores, era preciso estabilizar el cuerpo. Un aguerrido enemigo lo fue el viento. Durísimo respirar y correr contra el viento.


Llegado el primer control, nos desviamos a la Mesa de San Pedro. Una interminable y abominable barranca que sube y sube hasta que se va el aliento, hasta que el corazón te aturde, o hasta que una parte del cuerpo te recuerda la fatiga, por lo general, con un calambre --o muchos--. Agua, mucha agua y control mental es lo que se requiere para mantener un ritmo mínimo para el ascenso, y para conseguir equilibrio entre roca y tierra que se postra frente a tu cara y los arbustos que arañan la piel del cuerpo. Ya en lo plano, arriba, el viento fue el enemigo a vencer. Las ráfagas te detenían y el sudor que te había bañado durante el ascenso ahora te hacía estremecer de escalofrío. Los calambres agudizaron y mi ritmo de caminata llegó al más bajo nivel posible. Caminaba justo lo que las piernas me permitían.

Pasamos el primer y único abastecimiento, y en menos de tres minutos reiniciamos el recorrido hacia el descenso al cauce del Río, rumbo a Tres Molinos. Aquello era esplendoroso. La única forma de describirlo es que sólo aquellas personas que viven en los parajes cercanos son seres que disfrutan de estas vistas y paisajes. Hermoso, virgen, natural, silencioso; me imagino lo que sucede cuando el dios tlaloc los inunda; cuan espectacular se vuelve aquel paisaje.

En el cauce del río, a partir de un descenso brutal. Una bajada "grosera" como dijo ya para entonces mi siniestro acompañante, marcaba un respiro en el trayecto. Fueron, aproximadamente, dos horas de recorrido entre cruce y cruce del río, entre salto de rocas hasta llegar a Tres Molinos, alrededor de las 19:20 horas. En suma, una estupenda y fenomenal caminata de 28 kilómetros y cinco horas, entre Metates y Tres Molinos. Una endemoniada absorción de 5 litros de agua, de dolor en las piernas y de pulsaciones alteradas que forzaron mi mente y cuerpo a llegar a su destino. No llegué primero, pero llegué entero, de pie, orgulloso, junto a mis cómplices de travesía.

No cabe duda que amo los retos. Sobre todo, aquellos en los que más allá de competir contra otros --y otras--, lo haces contra ti mismo. Fue un placer correr y caminar con ustedes.

El topo ultra fondo sierra "eléctrico"