Sería indigno decir que estoy
feliz. La felicidad es tan efímera como el día y la noche; sin embargo, como el
negro y el blanco, la claridad y la negrura oscilan en un vaivén de posiciones
intermedias infinitas. La dinámica persiste. Claro que es lógico buscar siempre
en el lado más luminoso, más nítido, claro, transparente. Por eso el ser humano
es ambiguo por naturaleza. De modo que encontrar al menos “un equilibrio”
parcial es el gran reto.
Hoy por la mañana, por ejemplo, rompí
una inercia al despertar más tarde de lo que habitualmente hago. Darle gusto a
la cotidianidad, por decirlo de un modo elegante. Era preciso ponerme en su
sitio. Ser empático. Ni modo de errar. Es como camuflarse para pasar
inadvertido. Pero nada funciona si no estás en el momento adecuado. La dinámica
choca entre cuerpos distintos y, si son opuestos, con mayor potencia. Por más
que te esfuerces será infructuoso. Más bien, estarás acogido por un ataque de
pánico y después de ira por ceder tu esencia y tragar amargo: vulnerable. Ni
siquiera sabes cómo y hacia dónde caer. Estas en terrenos completamente
desconocidos. Nada más trágico, indigno y brutalmente decepcionante estar
perdido por empático y condescendiente. Se sufre humillación y una lección
llega a la cita sin enfado. Más vale tragar amargo jugándotela con la tuya que
perder el estilo. Es un péndulo interminable.
Lo irónico del asunto es que el
mensaje es clarísimo: no me agradas. Cualquier cosa que hagas, no cambiará mi
parecer. No me agradas. Te detesto. Esa es la conclusión simple, llana, tajante
y sin cortapisas. Frontalmente y en directo. Un golpe a la mandíbula. Seco.
Contundente.
Revisé mi jardín. Vino “Don
Gabriel”, un señor de aspecto hippie, amigable y con buena vibra. Siempre es
muy afectuoso y me transmite bondad, dedicación y gusto por su trabajo. Me dio una
lección de honestidad, disciplina y serenidad muy parecida a la que siempre me
da mi padre. No traía los lentes de contacto puestos, así que, dos horas
después de que se fue di el visto bueno a su trabajo. Me gusta mucho.
Mi jardín es un espacio que
refleja la esencia de mi estirpe. “Soy capitán triunfante de mi estrella y el
dueño e mi espíritu”.
El topo eléctrico.