lunes, 28 de septiembre de 2009

Hoy, que es lunes...

Hay varias cosas que me encantan los días lunes.


El común de la gente blasfema en su trabajo o su hogar porque este día marca el inicio de otro nuevo ciclo: una semana más de trabajo y de compromiso; seis o siete días de lucha con tus colegas y con el cónyuge o la pareja por sobrevivir, por citar solo un par de ejemplos. Par mí es más o menos lo mismo, solo que ampliado y al revés.


En un lunes común y corriente, mi cuerpo desata la ira de la edad y los estragos de la tortura dominical, y las cervezas sabatinas, obviamente. (Una cascarita futbolera tradicional, un paseo con la familia, el jardín, la chelas con los cuadernos, una reunión familiar....)


No falta actividad o actividades del fin de semana que, la tarde del domingo, terminan por tirarte a la cama, dolorido, apesadumbrado, sucio, sudoroso y hasta malherido. A veces con la satisfacción de triunfo, y otras tantas con el dolor de una derrota. Eso sí, con el deleite pleno de sentirte el ciclista que ganó la Tour de Francia, o el medallista Olímpico de Tae Kwon Do, o el mismísimo Cruyff en sus mejores tiempos.


Debo confesar que, aunque pocas veces lo logre, mi intención es siempre patear al ángulo y ganar el partido; subir la cuesta más alta en menos tiempo; o llegar más lejos y más alto que aquel que corre a mi lado...no lo puedo evitar. Hay que sudar una camiseta, sangrarla, morder el polvo depués de una derrota, e incluso, herrar un penal para saber de lo que escribo.

"...Hay una secreta ley de las compensaciones que exige que los campeones tengan raspaduras..." dice Juan Villoro.

Pues ese soy yo. Un campeón de barrio, un campeón de días festivos o domingos de una picaresca cascarita futbolera que en ese instante olvida la cotidianeidad, que repudia la ociosidad y la mala vibra. La inactividad. Un maldito loco competitivo que es capaz de romperse el cuerpo por el equipo y rompérselo al contrario -en buena lid- con tal de ganar el partido

Hoy, que es lunes, por cierto, que me duelen los tobillos -esta vez no es por los golpes que dí, sino por los que recibí-; que me cuesta trabajo cerrar la mano derecha por una añeja luxación; que tengo la espalda raspada y además con una estela de piel extra-bronceada por una sobre exposición solar (me duele un chingo!!!); hoy, precisamente hoy, que amanecí con un lente incrustado en el párpado derecho por un choque de cabeza; les puedo decir, con satisfacción, que contribuí a que mi equipo ganara el partido.


Por eso, ¡¡adoro los lunes!!!


Leo Cruyff

sábado, 26 de septiembre de 2009

El muro amarillo color vomitada

Ayer, como un domingo cotidiano, acudí religiosamente a una de mis pasiones favoritas: Jugar al futbol. Sin esperar más que diversión y alentado por una extraña locura que me vuelve niño siempre. Huí de casa y acudí a mi templo sagrado en el que competimos dos equipos en una épica batalla deportiva; al final, salimos tablas: empatamos cero a cero.



Hoy, entre los saldos del empate no puedo levantar mi pierna derecha, ni retraer la rodilla, y mucho me temo que estaré fuera de servicio más de una semana. Adiós a los malabares y cortejos de apareamiento acostumbrados… por el momento…


En el fragor de la contienda, lastimé mi abductor del muslo derecho. Las fibras musculares de mis piernas me recordaron que la edad no pasa en vano y que "la grulla", Daniel San y el señor Miyagi, son sólo imágenes que guardo en la memoria.


Después de abanicar la pelota en un tiro cruzado, de izquierda a derecha, el pasto húmedo y el balón resbalaron sobre mi pequeño pie derecho, con el cual fue imposible contactar contundentemente con el balón. De inmediato, sentí que me quemaba la parte superior interna de mi pierna, un pequeño y certero desgarro. Por la tarde, una dosis de agua de cebada y lúpulo amargo bien helados, y los goles de la selección, anestesiaron mi cerebro e ignoré el dolor. Pero hoy es diferente, les prometo que es diferente.


A pesar de ese dolor y del empate de mi equipo, en perspectiva, nuestro juego no fue aburrido.


El equipo contrario, para fines prácticos "los de blanco", a pesar de su jerarquía, de su experiencia y de su poderoso medio campo, se colgaron del travesaño. Utilizaron la estrategia del murciélago: todos, los 10 junto al portero amarillo, se colgaron del horizontal y no pudimos asestar un solo tanto. En 90 minutos de partido efectivo, solo hicieron 3 disparos de aproximación a nuestra meta. Mostraron desesperación, cansancio, gritos, faltas inexistentes y artimañas. Esa fue su forma de juego.


Para nuestro modesto equipo, "los de color", en su mayoría jóvenes noveles que apenas pisan el pasto sagrado (excepto yo), fue gratificante replegar en todo instante a nuestro rival. Sin embargo, no pudimos ganar, no incrustamos la bola en la portería. Desbordes por izquierda, por derecha, llegadas por el centro, en pared, remates de cabeza; muchos intentos y ningún acierto. Un poste, mi desgarro en el abductor, y múltiples rechazos del muro amarillo "color vomitada" fueron la respuesta. Literalmente, el portero del equipo blanco, vomitaba, escupía la pelota.

Ayer, como un niño siempre que recurro al balón de futbol, sobre el pasto, con mi equipo, y por obra y gracia de ese implacable muro amarillo “color vomitada”, no ganamos, no perdimos, pero igual nos divertimos…

Leo Miyagi San
leonardo.alvarez@prodigy.net.mx

El domingo, la fiesta fue multicolor...

Los de blanco han menospreciado sistemáticamente a los de color por su juventud y su frágil y pequeño aspecto físico –yo no cuento en la estadística de juventud-, y a pesar de sus marrullerías, le pusimos el color a la casa, de nuevo. Tres dianas contra una.
Porque jugamos en equipo y con el corazón…

Además, creo que el subtítulo de esta crónica debería ser: ¡¡Fue foul, árbitro! ¡¡Fue foul, de Emilio, yo lo vííí!!!...


-Pero si no ves nada-. Dirán mis amigos y detractores.

Gracias a mi ceguera no veo los fouls: los huelo, los intuyo. Y es cierto, ante la circunstancia de mi oscuridad visual, he aprendido a saborear un gol y a escuchar cómo se siente un pase antes de enviarlo.


Quizá esa sea la virtud más grande de mi equipo: convertir en fortaleza la debilidad. Es el arte del engaño. Eso provoca que antes del juego nos vean como seres débiles e insignificantes.


A decir de muchos, por ejemplo, soy un enano eléctrico y cegatón. En medio del campo, de tan pequeña estatura parece que siempre estoy muy lejos, pero siempre ocurro primero por la pelota.


Se equivocan de a madre quienes creen que las medidas físicas y los índices de velocidad y de fuerza determinan la eficacia de un jugador de futbol, como también se equivocan quienes creen que los tests de inteligencia tienen algo que ver con el talento, o que existe alguna relación entre el tamaño del pene y el placer sexual. No, no, no, no… En el futbol, la habilidad es más determinante que las condiciones atléticas, y en muchos casos, la habilidad consiste en el arte de convertir las limitaciones en virtudes.


Hace tiempo, formé parte de un equipo en el que el mejor mediocampista era gordito, dudo que tuviera la capacidad de trotar por más de 5 minutos consecutivos. Además, entre tiempo y tiempo se fumaba un cigarro marca “Alitas” o “Luchadores”. Su lugar era exactamente en el centro del campo, como orquestador del equipo; no corría a cien por hora, en absoluto; pero si le llegaba el balón, lo guardaba entre sus pies como ninguno, y lo mejor, tenía el toque tan preciso que sus diagonales eran tales que solo te invitaban a tocarlas una sola vez, y siempre hacia la red. ¡¡¡Que manera de pensar con los pies!!!


En ese grupo aprendí que la virtud más grande es jugar con el cerebro y en equipo, pero también con el corazón. Eso es lo que les faltó el domingo a los de blanco.


Leo, el enano eléctrico.

Un partido lo juego tres veces...

Estoy próximo a cumplir la edad "propicia" de Jesucristo.

Es un año que espero sea de mucho "fuelle" en el trabajo, en lo personal y, por supuesto, en lo deportivo. Amo competir porque me impulsa a superarme, a medirme, a comprobarme. Me mantiene vivo.


Quizas tropiece en un número importante de veces, eso es claro; sin embargo, serán, sin duda, el mismo número de éxitos. Y eso es precisamente lo que busco.


Considero que la vida está llena de "oportunidades": cada proyecto,  cada partido, o una simple competencia, es algo que "juego" por lo menos tres veces y no lo puedo evitar.


La primera, es antes y mentalmente, cuando analizas la situación, preparas los enseres, velas armas y decides la estrategia. Es obvio que no se debe repetir la estrategia, aún y cuando enfrentas al mismo rival. Las condiciones, las situaciones, cambian.


La segunda, es el juego mismo. Durante el proyecto se debe tener la capacidad de cambio, de ajuste. Es 100% probable que las condiciones previstas cambien, no por capricho, no por azar; el rival y las circunstancias cuentan.


Y la tercera, es despúes del juego y mentalmente. Con o sin derrota, debes sacar conslusiones, corregir errores, fortalecerte, curarte las heridas; al final, preparas lo que siga.


Estoy presto a cumplir la edad de Jesucristo; y estoy seguro, que la viviré tres veces.


El topo...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Los descoloridos...

Pasaron largos días sin escribir una crónica y no tengo excusa. Les prometo que fueron muchos días de reflexión, pero también de ansiedad.

Enre el dolor y la inactividad física que me produjo la lesión de mi tobillo, la locura rondó en casa. No puedo negar que, en efecto, 50% de la lesión fue cerebral, pero creo que estoy de vuelta. La cerveza, los tequilas, las fiestas de los últimos días ayudaron a "reubicarme".

Este lunes, por ejemplo, particularmente me alientan dos cosas: la primera es que acabo de leer a Cruyff "El Maestro", que escribió su columna semanal en un periódico catalán (les posteo el enlace); y dos, que más allá del triunfo que contundentemente logramos en la cancha (los de color, obviamente), y que dentro del campo "nos pegamos hasta con la cubeta", seguimos manteniendo el espíritu de competencia y convivencia que nos mantiene unidos. Creo que esa es la clave.

http://www.elperiodico.com/BLOGS/blogs/johancruyff/archive/2009/09/20/hay-mucho-camino-por-mejorar.aspx?CommentPosted=true#commentmessage

El texto de Cruyff es una crítica al equipo de sus amores "El Barca", y lo más importante es que se aplica a nuesro juego de ayer. Es una auténtica cátedra de juego a la defensiva. "Calidad siempre que se pueda, pero ante todo, hay que ser prácticos..."

Es imposible jugar "perfecto", sin embargo, aunque el 5-0 indica "superioridad", cometimos tres errores clave que pudieron cambiar la historia del cotejo: 1) Perdimos la bola en tres ocasiones al tratar de salir jugando desde atrás, con los rivales encima; 2) Uno de nuestros jugadores, por lo menos, falló cuatro goles cantados; y 3) Permtimos dos llegadas directas a nuestro portero que fueron erradas por nuestros rivales, los blancos, que más bien andan muy descoloridos.

Sin embago, a pesar del contundente triunfo, este es un juego que afortunadamente no termina ahí. La próxima semana habrá revancha y estaremos listos para una nueva historia, una nueva crónica, un nuevo desenlace.

Por lo pronto, hoy, celebro la victoria y los cinco tantos. Tengo un enorme placer mundano, casi hedonista, al comprobar nuevamente que los de blanco efectivamente andan descoloridos; pero, sin duda, más gozo me produce competir y convivir con ustedes el domingo...

El Topo Eléctrico

martes, 15 de septiembre de 2009

Las cronicas del topo...

La verdad que necesitaba un espacio diferente, más libre, mas amplio. Uno en el que me sienta más cómodo conmigo mismo y con mis aficiones; con mi yo interior para ser explícito.

La parte seria, se la dejo al "capital social" y "GD Innovaciones"; la parte animalesca, la comienzo aquí. Una cosa es el análisis científico de la economía y de la política, y otra muy distinta lo constituye el placer de la libertad, de la invención, de la creación.

Eso es "El Topo Eléctrico".

En el transcurso de los textos dirimiré mis circunstancias, mis conflictos.

El Topo.