lunes, 26 de octubre de 2009

Hay que ser rápidos y verticales...

"...Hay que ser rápidos y verticales...pierden el tiempo atrás..."


Ayer me quedé con ésta frase que es muy reveladora, provocativa y, a la vez, seductora. Me fascina, me excita; tanto, como sucedía con mi vecina del "5" que, de forma inconsciente y casual, eventualmente deambulaba semidesnuda frente a la ventana de mi apartamento "6". Aquello era bello, inusual, espontáneo; por ello no podía durar más que un suspiro.


Así, aunque el ataque debe ser prioridad no se consigue permanentemente, la sorpresa es un factor indispensable.


Me atrevo a hacer ésta afirmación porque normalmente no puedes dar por hecho algo hasta que estas parado frente a las circunstancias. Hasta que lo vives. Eso de salir ganador antes de jugar un partido es un cliché que los mexicanos practicamos como deporte favorito. Especulamos, predecimos, pretendemos llegar a la cima sin subir el primer escalón que esta justo frente a nosotros.

Y es que si de jugar se trata no hay mayor placer que salir a atacar. Lo confieso: permanente y consistentemente mi mente está configurada para atacar, para ofender y ser incisivo; sin embargo, no siempre se puede y no siempre la respuesta es un pase a profundidad pues el ancho de la cancha y el rival cuentan. Jugar a lo ancho y hacia atrás es una alternativa.


Lo que sucedió ayer en el césped de nuestro santuario da cuenta de ello. Un equipo descolorido que volvió a la senda que ya era habitual: la derrota. Después de dos triunfos al hilo y dos ausencias notables en su alineación -sin ser esto una excusa-, volvieron a morder el polvo.


Y lo hicieron por no trabajar en equipo, por bajar las manos antes de tiempo -no todos, por supuesto-, por reclamar infructuosamente, por desesperarse, por no tener imaginación y buscar el latigazo salvador y, por no ser consistentes. No tuvieron variables. Se consideraron ganadores antes del juego y -lo que ya se ha manifestado antes en ésta crónica dominguera-, si uno de sus jugadores "clave" falla, es muy probable que nadie lo sustituya.


La clave del éxito fue sencilla: cambiamos nuestro estilo adaptándonos a las circunstancias. Sacamos a su defensa del lugar, movimos a sus centrales, despedazamos sus costados y nulificamos a su zurda de oro. Fue cuestión de tiempo: dos "horrores" defensivos que minaron la moral fueron suficientes para que se gestara una rebelión entre su vanguardia y retaguardia, lo cual, terminó por descomponerlos como equipo. Aquello era un motín en el barco.


Dos enormes contribuciones a nuestro juego fueron importantísimas: el retorno de nuestro zurdito de aspecto frágil pero veloz con las piernas y los puños que venía de un castigo de la disciplinaria, y nuestra "joven" revelación en la zaga derecha “J”. Estas dos variantes fueron suficientes para “controlar” a los descoloridos. Un ejemplo más de adaptabilidad y acomodo de jugadores para disfrutar del juego.


Si hubiésemos acertado las jugadas elaboradas, el marcador, sin duda, sería más amplio, pero para su fortuna solo acertamos en sus errores. Una combinación letal: cuando hay un error, se debe capitalizar en acierto. Eso hicimos.


Hay que ser rápidos y verticales...pero, como sucedía con mi vecina que deambulaba semidesnuda frente a la ventana de mi apartamento: el ataque debe ser rápido, breve y espontáneo. Para ser bello no puede durar más que un suspiro.


Así, aunque el ataque debe ser una prioridad no se consigue permanentemente, pues la sorpresa se teje desde atrás.


El Topo Voyeur

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